lunes, 8 de agosto de 2016

Shakespeare&Company: del mito a la realidad

Shakespeare&Company es uno de los templos literarios más famosos del planeta. En 1951, el americano George Whitman abrió en un edificio del siglo XVII (un antiguo convento) de la Rue de la Bûcherie de París una pequeña librería especializada en literatura anglosajona. Aunque mucho antes, en 1919, ya existió un Shakespeare&Co, el de Sylvia Beach, a la que Whitman quiso homenajear llamando a su nuevo establecimiento con este mismo nombre. El Shakespeare&Co de Sylvia Beach fue el de Hemingway, Joyce o Fitzerald. El de Whitman es el de Martin Amis, Ginsberg o Cortázar.

Escenario de algunas películas como Midnight in Paris. Aquí, Hawke y Delpy molando mucho en Before Sunset, segunda peli de la trilogía Before. Altamente recomendables. 

Historias y curiosidades del lugar a parte, que tiene muchas y se pueden encontrar todas en su web, he visitado esta librería en dos ocasiones. París es la ciudad de la literatura por excelencia, casi en cualquiera de sus calles se puede encontrar una librería, la mayoría de ellas, muy especiales y únicas, cargadas de historias e historia.

Esta pequeña librería a orillas del Sena ha sido el refugio de muchísimos jóvenes escritores a los que se les daba cobijo a cambio de trabajar unas cuantas horas vendiendo o colocando libros, posibilidad que todavía sigue brindando a los espíritus curiosos que quieran adentrarse en el universo paralelo que es este rincón legendario de la urbe.


Shakeaspeare&Co se ha convertido en un lugar de peregrinaje para aquellos que aman los libros. He viajado a París en dos ocasiones y las dos veces la he visitado acompañada de personas diferentes, en épocas de mi vida distintas.

Recuerdo que la primera vez era verano, hacía mucho calor y nos costó mucho encontrarla a pesar de no estar en un lugar del todo escondido. Tratándose de uno de los santuarios literarios de Europa, no esperas que sea tan pequeño. La fachada, de color verde, está adornada con un letrero que reza Shakespeare and Company y una fotografía de su máxima inspiración, el dramaturgo inglés más famosos de todos los tiempos.


El lugar está plagado de gente. Me imagino cómo fue en su día y cómo es ahora y entiendo que la esencia no es la misma, aunque ese recuerdo pasado sea la principal fuente de motivación para quien la visita.

En la calle hay estantes con libros de segunda mano que los visitantes ojean. En mi segunda visita es invierno y un chico y una chica cantan canciones con una guitarra. La escena está adorna con unas bombillas blancas que decoran la calle. El ambiente es festivo y la gente está tan emocionada como nosotras.

Dentro, la librería está abarrotada de libros. Los pasillos son estrechos y la gente se agolpa mientras mira los estantes. En cada esquina, hay un detalle que recuerda a tiempos pasados, cuando el lugar no era famoso y los escritores lo visitaban con asiduidad. Cuadros, fotografías enmarcadas, notas que dejan los visitantes sobre un muro, mensajes poéticos en las paredes, lámparas antiguas que cuelgan del techo y máquinas de escribir. El espacio es pequeño, pero está aprovechado al máximo. La librería parece un decorado en el que cada objeto está colocado con premeditación.


Explorando sus pasillos, uno siente que camina por un plano en miniatura de la ciudad de la luz, como si formase parte de algo muy grande e importante, sintiéndose al mismo tiempo insignificante rodeado de tanta grandeza, de la esencia de unos personajes que han conformado la literatura tal y como hoy la conocemos.

En el piso de arriba, después de subir unos escalones muy transitados por los que solo cabe una persona, hay una habitación con bancos pegados a los estantes de las paredes, porque en esta librería no hay ni un solo muro que no esté forrado con libros y, enfrente, una ventana grande con unas vistas increíbles de Notre Dame y el Sena.

Notre Dame y Allen Ginsberg te miran desde la ventana.

En la habitación todo está en silencio y los turistas, que se adivinan gracias a las gafas de sol apoyadas sobre la cabeza y las cámaras colgadas en el cuello, leen sus libros callados. En esta librería se puede oler el postureo desde el minuto uno. Se ha convertido en un enclave turístico y se intuye en la actitud de sus visitantes que, quizá, al estar en el mismo espacio que ocupan todos esos escritores, quieren sentirse más en consonancia con el ambiente que se respira. La visita pasa a ser un teatro y la actitud un conjunto de gestos estudiados y medidos, una escenificación que se debe prolongar hasta que uno vuelve a pisar el mundo real.

Los turistas compran libros y merchandaising como locos y nosotras, que no queremos pensar en el qué dirán o pensarán, compramos una bolsa de tela para recordar este día para siempre, para sentirnos partícipes de lo que está pasando allí dentro. Cuando uno entra en este tipo de lugares, se olvida por un instante de que todo está rodeado de esa aura de ficción, de los prejuicios que sabe que tendrá tiempo después.


Aprovechando el tirón, Shakespeare&Co ha abierto en la misma calle una cafetería y además, sigue siendo una librería de referencia en cuanto a presentaciones de nuevas obras de escritores reconocidos, organiza teatros y muchas otras actividades. ¡Visitadla si tenéis oportunidad!


Todas las fotos son de mi querida Raquel López (@chicapop19 en instagram) que me acompaño en mi segunda visita y hace unas fotos preciosas.

viernes, 5 de agosto de 2016

Cosas que aprendí sobre la creatividad leyendo a Austin Kleon

La creatividad es un concepto con el que he estado en continuo conflicto desde pequeña. Nunca me he considerado una persona creativa, pero con los años me he dado cuenta de que no se trataba de mí, de que el problema no era mío ni iba conmigo, sino que era cosa del resto, de cómo se entiende la vida ahí fuera.

La realidad del asunto es que he sido, hemos sido y somos educados para creer que no somos seres creativos, ni tan siquiera planteárnoslo. Nos ha enseñado a pensar que de la creatividad no se puede vivir, que trabajar y ganarte la vida con lo que te gusta es una ensoñación, un delirio de juventud, de inmadurez. Y los hemos interiorizado muy bien. Nos lo creemos, nos tragamos el cuento hasta el punto en que nos convertimos en personas inseguras e incapaces que piensan que lo que hacen y son no es lo suficientemente bueno para mostrarlo al mundo, que no podemos aportar nada nuevo.

No nos enseñan a estimular nuestra faceta creativa y, como consecuencia, no sabemos que se basa en un proceso que todo ser humano puede llevar a cabo si se lo propone. Entendemos la creatividad como una cualidad innata que viene de nacimiento, algo de lo que solo son merecedores unos pocos privilegiados. Illuminati a los que la inspiración atraviesa como un rayo de luz que los posee, cuando en realidad, la inspiración y la creatividad son procesos largos y trabajosos que se dan gracias al esfuerzo continuo y al empeño diario.


Paciencia.

Nos han hecho creer que todo lo que aprendemos debe tener una aplicación práctica inmediata y se valoran los conocimientos técnicos por encima de la capacidad de improvisación, de imaginar, de soñar. Aunque, la verdad es que no existirían conocimientos técnicos si no fuese porque alguien, algún día, en algún momento, los imaginó, creyó en sí mismo y se puso manos a la obra.

Soy una persona con metas y sueños, como cualquiera, pero lo que está claro y he ido viendo a lo largo de los años es que en esta sociedad hay opciones de vida que están aceptadas y normalizadas, mientras que otras se califican de locura. Probad a observar vuestro entorno, a escuchar las conversaciones de la gente que os rodea, incluso a vosotros mismos. La gente ve perfectamente realizable y normal que alguien se quiera dedicar a la medicina, a la abogacía o a la ingeniería, pero solo tenemos que observar las reacciones que debe soportar cualquiera que tenga claro que quiere dedicar su vida a una profesión con tintes artísticos (sea la que sea). Nos sentimos cómodos en la seguridad, en la normalidad, en lo correcto y aceptado. Cualquier novedad o salida de la norma causa miedo y desconfianza. Y ojo, que no digo que una profesión más "normalizada" o "aceptada" no pueda ser sometida a la innovación.

Siempre me ha gustado escribir, lo hago desde pequeña. A los 23 años y después de diferentes intentos y equivocaciones (que a veces pienso que hubiesen sido menos numerosas si el sistema educativo fuese distinto), empiezo a conocerme, a mirar dentro de mí, a saber hacia dónde quiero encaminar mi vida y a entender que la creatividad es una herramienta necesaria en cualquier profesión, ya que sin ella, sería imposible el surgimiento de nuevas iniciativas y proyectos.

En mi búsqueda y entendimiento de este maravilloso concepto me he encontrado por casualidad con este libro de Austin Kleon: Aprende a promocionar tu trabajo. 10 recursos para artistas, diseñadores y creativos. Kleon indaga sobre cómo podemos promocionar nuestro trabajo, cómo podemos dar a conocer nuestro progreso sin que nuestro público acabe odiándonos, cómo hacer nacer las ideas y sobre todo, cómo no rendirnos en el intento.

La creatividad es un proceso infinito.

De este librito, con una preciosa edición que corre a cargo de la editorial Gustavo Gili, he extraído ideas que, a simple vista, parecen muy lógicas y básicas, pero que al verlas escritas me han mostrado un mar de posibilidades y lecciones imprescindibles y preciosas. A veces pienso que tú no encuentras a los libros, sino que ellos te encuentran a ti.

Aquí os dejo algunos puntos que he encontrado interesantes y que creo que pueden servir de pretexto para que os animéis a leer esta obra tan especial.

1. Todos tenemos nuestra faceta creativa y somos capaces de idear conceptos nuevos e increíbles. Y no dejéis que os digan lo contrario.

2. El trabajo creativo es un proceso sin fin.

3. Comparte tu trabajo. No seas egoísta, enseña lo que sabes hacer.

4. Crea redes de gente que se dedique a lo mismo que tú, conversa con gente con tus mismos gustos. Aliméntate de los demás. Ellos aprenden de ti y tú de ellos. Búscalos en los lugares adecuados.

El ciclo de la gente que mola.

5. Comparte tus gustos para darte a conocer e inspirar tu propio trabajo.

6. Al espectador le interesa saber cómo creas, cómo llevas a cabo el proceso, incluso más que el producto final.

7. El público conecta con el fallo, el intento y la frustración. No olvides que son seres humanos que también se equivocan y que ya no se lleva eso de concebir al artista como un ente todopoderoso y perfecto.

8. Cuenta historias personales, que te toquen, que te importen. Quien se interesa por lo que haces quiere sentirse identificado con lo que creas. Conecta con la gente.


¡Espabila! No vas a estar aquí para siempre.

9. Nunca creas que sabes demasiado. Nunca se aprende lo suficiente.

Estas son solo algunas de las ideas que me han parecido más interesantes y que he ido anotando mientras leía, pero hay muchas más dentro que os animo a que descubráis.